En una sociedad que tiende con facilidad a pensar que las horas de sueño son sinónimo de pérdida de tiempo, de pereza o incluso de poca ambición, conviene resaltar los enormes beneficios que tiene el sueño para nuestro cuerpo y nuestra mente. Para este artículo hemos consultado a dos expertas para que nos expliquen todos los beneficios que tiene, además del simple placer de estar dormidos.
Podemos decir que las sociedades modernas duermen menos y peor y las consecuencias van mucho más allá de la sensación de cansancio. Tomar decisiones alimentarias menos equilibradas, tener una percepción más intensa del estrés o sentirnos con menos energía no son casualidades: están directamente relacionadas con cómo, cuánto y en que horarios dormimos.
Por eso dormir no es tiempo perdido, es tiempo invertido en nuestra salud. Vivimos porque dormimos afirma de una manera tajante Silvia Gismera, Doctora en Psicología. Y, como es natural, cada etapa vital tiene diferentes necesidades de sueño y varían en función de la edad:
Silvia Gismera advierte que actualmente dormimos, de media, una hora menos que hace 50 años. Puede parecer poco, pero su impacto es enorme. Esa hora de sueño que le quitamos a la noche para dársela al trabajo, las pantallas o las preocupaciones, se traduce en un deterioro progresivo de nuestra salud.
Ir faltos de sueño significa que nuestra salud se ve afectada a diferentes niveles, explica Gismera. Está relacionado con temas de obesidad, está relacionado con que aumenta los riesgos de diabetes, las alteraciones cardio-metabólicas.
Dormir poco no solo nos hace estar cansados: afecta a nuestra mente, a nuestra capacidad de decisión, resolución de problemas, nuestra creatividad y a nuestras emociones y a cómo comemos. Quien ha pasado una noche sin dormir lo percibe; habitualmente tendrá una mayor sensación de hambre, menor capacidad para tomar decisiones alimentarias equilibradas, y una mayor apetencia por alimentos energéticamente más densos. No es falta de fuerza de voluntad, es biología.
Según explica Silvia Gismera, existe una relación directa entre la falta de horas de sueño y la obesidad. Puesto que esa carencia provoca una alteración en las hormonas del apetito, y hace que aumente la producción de grelina, (la hormona que favorece el apetito) En definitiva, vamos a tener una tendencia a comer más y con menor consciencia. Cuando el cuerpo no descansa, la alimentación y nuestros patrones se alteran sin darnos cuenta.
Porque un día durmamos mal no pasa nada, pero cuando la falta de sueño es continuada sabemos que está muy asociada a la obesidad, continúa la psicóloga.
La falta de sueño nos hace más propensos a padecer estrés. Y esa alteración nos va a impedir prestar la suficiente atención como para tomar decisiones conscientes.
La nutricionista y psicóloga Juana María Fernández explica que el estrés produce una respuesta a todos los niveles: desde lo más fisiológico, que puede estar relacionado con el cortisol (la hormona del estrés) y las señales de hambre y saciedad, que afectan a los niveles de glucosa en sangre, hasta, lo más emocional: que puede ser ese hambre homeostática, que no es tan fisiológica pero busca calmar el malestar.
Tenemos que empezar a prescribir lo que nos manda la naturaleza que es el dormir, propone Gismera. Parece una frase simple, pero encierra una gran verdad. Vivimos en una sociedad que valora la productividad por encima del descanso y, cada vez es más necesario volver a dormir más y mejor, como acto de autocuidado y prevención de enfermedades.
Dormir bien mejora la memoria, fortalece el sistema inmunológico, favorece la regeneración celular, estabiliza el estado de ánimo y nos ayuda a mantener un peso saludable. Es, literalmente, una medicina natural sin efectos secundarios.
Sin embargo, no basta con irse a la cama a cualquier hora. Necesitamos mantener una higiene del sueño, porque tan importante como la cantidad es la calidad. Para descansar de verdad, necesitamos recuperar la calma, reducir el estrés diario y desconectarnos de la estimulación constante que recibimos durante el día.
Silvia Gismera propone una estrategia sencilla, pero muy efectiva. Porque dormir bien no se logra solo con una almohada cómoda, hay que “trabajarlo” durante todo el día. No podemos estar rodando a 200 km/h todo el día y pretender que por la noche frenemos de golpe. Hay que aprender a bajar el ritmo poco a poco. Y para conseguirlo propone:
Resulta increíble que algo tan simple y placentero como dormir pueda tener tanta carga positiva para nuestra vida.
¿El buen sueño? Quizás ya es hora de empezar a practicarlo. Recuerda que es el mejor tratamiento preventivo para tu bienestar.