Cuando nos referimos a la alimentación, la gran mayoría del tiempo lo empleamos en hablar sobre sus propiedades nutricionales, su función dentro de la cultura e idiosincrasia de un país, de dietas, etc. pero apenas se trata de desvelar la incógnita de hacia dónde vamos en este campo.
Lo que ponemos sobre la mesa a diario es el resultado de miles de años de historia, de descubrimientos, de innovaciones tecnológicas y, cómo no, de modas que van y vienen. Pero, ¿hacia dónde vamos?
Contamos con la opinión de varios expertos en nutrición, gastronomía, sociología y evolución humana acerca del pasado, el presente de nuestra alimentación y cómo creen que va a evolucionar en un futuro.
Gregorio Varela, presidente de la Federación Española de Sociedades de Nutrición, Alimentación y Dietética (FESNAD), avisa que predecir cómo comeremos en el futuro nunca ha sido fácil. La historia demuestra que muchas veces nos equivocamos cuando intentamos hacerlo. Sin embargo, sí que nos explica la aparición de una serie de tendencias claras en el corto plazo. Por un lado, creemos que va a ser una alimentación de mayor cercanía, que es algo que pide el consumidor. Luego una alimentación más transparente, que también lo requiere el consumidor. La sociedad exige etiquetas más claras, que sumen confianza en lo que compra y, por supuesto, en lo que consume.
Lo que sí tenemos que tener claro es que la industria de alimentación y bebidas va a continuar apostando por la innovación, creando nuevos formatos, y elaborando alimentos o bebidas que se adapten a necesidades específicas, facilitando así nuevas opciones de consumo que hoy aún nos cuesta imaginar.
Ante la misma pregunta al gastrónomo y científico culinario del Basque Culinary Center, Joo Youl Lee, recurre a una metáfora muy gráfica para explicarnos su visión: Cada año es como cuando sube o baja la marea. En cuanto hay un avance muy tecnológico, llega un pico y luego volvemos otra vez a lo que son las raíces. Hay momentos en los que la tecnología lo invade todo, como ocurrió con la cocina molecular, que vivió su auge hace una década, pero después se tiende a recuperar las recetas de las abuelas.
Hoy estamos en un momento en el que la cocina de proximidad convive con la de vanguardia y eso dificulta la tarea de definir en qué época culinaria nos encontramos. Probablemente dentro de 50 años podamos mirar atrás y comprender mejor el periodo en el que vivimos.
Para tratar de entender hacia dónde vamos, Ana Mateos, científica del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) nos recuerda que desde nuestros inicios en la selva africana, con un componente vegetal importante en nuestra dieta, la incorporación de nuevos alimentos como los de origen animal, la ingesta de carne, grasa y otros lípidos provenientes de los animales, ha marcado la alimentación en la evolución humana.
Nuestra dieta responde a grandes hitos en la evolución y fue el fuego el elemento que supuso una auténtica revolución. Nos permitió el acceso a nuevas texturas y sabores y, sobre todo, facilitó la digestibilidad de muchos alimentos. Cocinar cambió para siempre la manera en que nos alimentamos. Luego, explica Mateos, vivimos la incorporación de nuevos ingredientes como los cereales, los lácteos y sus derivados, las legumbres, el vino y un montón de derivados de alimentos que ya han sido producidos por los humanos. Y todos estos cambios y aportaciones a nuestra dieta son las que han marcado en gran parte el ritmo de nuestra evolución.
Sobre si los nuevos alimentos o las modas acabarán con la alimentación tradicional, para Montaña Cámara, catedrática de Nutrición y Bromatología en la Universidad Complutense de Madrid, no es necesario elegir, ya que en una dieta equilibrada hay espacio para ambos. Los alimentos tradicionales van a continuar siendo la base de nuestra alimentación, los hemos consumido desde pequeños y nos resultan conocidos y familiares. Y los nuevos aportan innovación, variedad y la posibilidad de conocer sabores de otras culturas.
Como sociedad, seguiremos oscilando entre la fascinación por la innovación y el regreso a lo tradicional, entre lo que aporta la ciencia y lo que mantenemos de nuestros abuelos. En ese equilibrio, tal vez, se encuentre la clave para una alimentación más saludable, más consciente sin olvidar nunca el disfrute.